Hoy voy a hablar sobre un libro que me leí hace poco: Repensar el aprendizaje de las matemáticas. Matemáticas para convivir comprendiendo el mundo.
Este libro narra historias de diversas aulas de
primer ciclo de educación primaria de varias escuelas públicas de Menorca y en
alguna otra del área de Barcelona. Va dirigido a los maestros con el objetivo
de hacerles reflexionar sobre el aprendizaje de las matemáticas desde la
perspectiva de las interacciones comunicativas que crean las comunidades de
aprendizaje.
Al comenzar a leerlo no sabía con qué me iba a encontrar, pero decidí hacerlo porque creo que es necesario un cambio profundo en la concepción de la enseñanza de las matemáticas. Actualmente los profesores y maestros se ciñen a enseñarlas como operaciones aisladas del mundo sin darse cuenta de que las operaciones básicas no tienen sentido por sí mismas si no se incluyen en el marco de resolución de problemas y en el de la comprensión algebraica de los números y de sus relaciones. Incluso los problemas pueden dejar de tener sentido si no nos ayudan a comprender y compartir la realidad. Es más, esta comprensión tiene que servir, en última instancia para entender mejor las necesidades que tenemos como personas y para iniciar un camino para solventarlas.
Si buscamos un aprendizaje significativo en este área deben darse tres situaciones simultáneas:
- Que los procesos matemáticos de las aulas estén formados por temas matemáticos realmente importantes y conectados globalmente entre ellos.
- Que los alumnos participen en estos procesos apoyándose en sus conocimientos y en las experiencias que hayan vivido.
- Que los pequeños sean conscientes de los porqués sobre las situaciones en las que van a calcular, y a los porqués de las distintas estrategias que utilizan; y también al por qué es importante que la persona gestione sus propios saberes, se abra al sentido que tienen los argumentos de otros o aprenda a usar las prácticas matemáticas del entorno social tal y como las realizan los adultos.
Los contenidos y las situaciones que derivan de la vida diaria en las aulas necesitan de las matemáticas para tener un sentido pleno y son, al mismo tiempo, una fuente de primer orden para construir un sentido para las prácticas matemáticas: votaciones, control de materiales de clase, listas de asistencia, manejo del calendario, etc., y diversas situaciones problemáticas colectivas: preparación del Carnaval, cuestiones relacionadas con los proyectos de trabajo, etc., que hacen que los niños atribuyan un sentido y una razón de ser a las matemáticas.
La intervención del maestro es clave para:
- Asegurar que las criaturas vivan experiencias adecuadas de resolución de problemas, de comunicación, de escritura y lectura de textos, usando lenguajes simbólicos y verbales, de pensar utilizando también objetos e imágenes, de utilizar herramientas como el compás o la cinta métrica en sus comunicaciones...
- Plantear interrogantes que hagan que el alumno reestructure su pensamiento con relación a determinadas afirmaciones o razonamientos.
- Ayudar a establecer nuevas conexiones con la idea de favorecer el aprendizaje y diseñar experiencias que les permitan construir una visión nueva de las cosas y de los números.
- Cooperar con los niños, compartiendo con ellos nuestros conocimientos, al mismo tiempo que evitamos aplastar su conciencia con nuestras convicciones adultas.
- Abrir el aula a nuevas realidades introduciendo las prácticas de otras personas, como puede ser cómo calcula el autor de un libro de texto, cómo miden los padres o los comentarios de personajes históricos o las prácticas de civilizaciones lejanas.
Tenemos que plantearnos dudas, necesidades o intereses que impulsen nuestro aprendizaje y que den sentido a las experiencias que estamos viviendo cuando calculamos, cuando medimos o cuando organizamos información. Solamente así podemos comprender qué significa usar la cultura matemática para manejar información real y para convivir basándonos en el conocimiento. El trabajo por separado de cada uno de los contenidos desvirtúa la naturaleza de lo que se debe aprender, haciendo imposible su aprendizaje.
Por otro lado, cuando potenciamos el trabajo individual y competitivo en el que el modelo válido es aquel niño que resuelve meticulosamente todas las cuestiones según unos cánones preconcebidos y establecidos por el adulto, negamos al alumnado la posibilidad de pensar por sí mismo, le impedimos experimentar con la herencia cultural que existe en las prácticas matemáticas de su entorno social y le hacemos desconfiar de su razonamiento y de su capacidad para resolver cuestiones.
Así, si queremos que la concepción de las matemáticas en las aulas cambie y pase a tener sentido debemos plantearnos estas cuestiones y muchas otras.
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